viernes, 19 de abril de 2013

La Mujer Judia Religiosa y la Maternidad


Extraido de Esperando Milagros. Edit. Bnei Sholem


EN EL TRANSCURSO DE LA PREPARACIÓN de este libro me he encontrado con que hay importantes diferencias en la experiencia de la gravidez de las mujeres religiosas y la de otras mujeres occidentales. Esto es resultado del impacto de la ley y la fe judaicas en casi todo aspecto de nuestra experiencia de la maternidad, infundiendo al embarazo y el parto de una significación personal, social y espiritual formidable.


El pueblo judío es maravillosamente diverso y las mujeres judías religiosas se presentan en muchos envoltorios, pero los siguientes son cuatro aspectos de la experiencia de la gravidez que fueron comunes a todas las integrantes del reducido grupo de madres que aparecen en este libro:

I. LA CONCEPCIÓN SE RELACIONA CON LA RENUNCIA AL CONTROL, NO LA PLANIFICACIÓN

La diferencia más dramática se relaciona con el hecho de que una vasta mayoría de mujeres religiosas no planifican sus embarazos artificialmente. En el puñado de casos en que las mujeres sí emplearon el control de la natalidad al comienzo del matrimonio o después de tener algunos hijos, aquello fue considerado una anomalía de la norma de la vida conyugal. Shira, quien se casó a los veintitrés años, es un caso típico en su renuencia a planificar su primer embarazo:
Teníamos planeado esperar para tener hijos hasta que mi marido y yo termináramos los estudios y pudiéramos mantenernos económicamente… [pero] también sentía como que mi marido y yo estábamos preparados para volvernos una familia, que aquello nos haría completos, y sentía como que los tiempos de esta decisión no era algo que quería que estuviera en nuestras manos. Aquello pudiera sonar extraño, pero sentía como que era una decisión demasiado grande como para poner nuestras manos encima
Bina, una mujer de cuarenta y cinco años y madre de catorce hijos, describió de un modo semejante su renuencia a emplear el control de la natalidad:
Le dije [a mi amiga] que ahora lo único que quería era disfrutar de mis nietos y no quedar embarazada, y me dijo que tenía que emplear el control de la natalidad de manera definitiva, pero yo pensaba: “Después de veinticinco años de mi vida de dejarlo todo en manos de Di-s … ¿ahora, al final, Él no debería estar a cargo de todo?”
Como resultado de esta actitud, a lo largo del libro las mujeres se las arreglan y hasta se regocijan con lo que se percibe generalmente como embarazos "inoportunos". Por ejemplo, Ester, quien dio a luz mellizos a menos de un mes del primer cumpleaños de su hijo mayor, o Rivka, que habla de sus sentimientos con respecto al hecho de quedar encinta en su noche de bodas, tan sólo seis meses después de haber conocido a su marido.

Este concepto se vincula también con la negatividad o ambivalencia que sienten muchas mujeres religiosas con respecto a ciertos estudios prenatales como la amniocentesis, puesto que hay muy pocas situaciones que justificarían una autorización rabínica para poner fin a una gravidez.

La Sra. Moskovitz, una mujer de cincuenta y ocho años y madre de quince hijos, recordó una acalorada discusión que tuvo con una obstetra durante su embarazo número catorce, a los cuarenta y tres años de edad. La médica trataba de convencerla de que se hiciera una amniocentesis y que se sometiera a un aborto si el feto tenía síndrome de Down. Ella recuerda:
Tuve discusiones muy fuertes con ella y le dije que aun si yo estuviera segura de que tendría un hijo con síndrome de Down o cualquier clase de problema, Hashem ishmor (Di-s nos proteja), era aun así un néfesh (ser vivo), y le dije: “Si estoy caminando por la calle y veo a una persona que está loca, ¿acaso tengo permitido asesinarla?”
II. ACTITUD POSITIVA CON RESPECTO A LAS FAMILIAS NUMEROSAS

Otra diferencia fundamental entre las mujeres religiosas es su actitud positiva con respecto a la formación de familias numerosas. Esto se basa en el mandamiento bíblico de “ser fructíferos y multiplicarse”, lo cual se interpreta en la Mishná como tener un mínimo de un hijo de cada género.

En la práctica, no obstante, por lo general las autoridades en Ley Judía alientan a las parejas a tener tantos hijos como sea posible. El mandamiento de la procreación asume un sentido de urgencia especial en vista de la declaración del Talmud de que “el Mashíaj no vendrá sino hasta que hayan nacido las personas suficientes como para permitir que todas las almas que estén esperando para venir a este mundo sean ubicadas en cuerpos”.

Además de este razonamiento místico para tener familias numerosas, la motivación de las mujeres religiosas de tener muchos hijos se ha hecho aun mayor desde la destrucción de la comunidad judía europea durante la Shoá (lit. “destrucción completa”/ el Holocausto).

Una muy conocida rabanit que aparece de manera anónima en el libro mencionó la Shoá como el principal factor de motivación en su decisión de tener muchos hijos: “Pasamos el minián (quórum para rezar de diez personas)” era todo lo que decir en lo concerniente al número de hijos que ha tenido. La siguiente cita guarda relación con un viaje que hizo a Iad Vashem (el Museo del Holocausto de Israel) cuando se casó, a los dieciocho años de edad, hace más de treinta años:

De manera que fui a Iad Vashem y salí con la sensación de hacer descender tantas almas como me fuera posible, que aquella era la única respuesta que había … Fue así como salí y fue así como continué durante treinta años … [y] siempre tuve la sensación de que los muertos estaban concediendo la vida (hametim natnú et hajaím). En otras palabras, me veía como una shelijá(agente) con la misión de traer vida … Fue de esa experiencia que obtuve las fuerzas para dar la respuesta: empezar a tener hijos.

La rebetzn Tzipora Heller es una popular docente del Seminario para MujeresNevé Ierushalaim, así como madre de muchos hijos. Habló de la conexión entre tener una familia numerosa y el énfasis del judaísmo en la importancia de dar a otros antes que recibir:
Vivimos en una sociedad antiinfantil (la sociedad occidental). Los hijos son una bendición y convierten a los padres en algo mayor de lo que eran en todo nivel, salvo el económico, y aun en ese aspecto se dice que todo niño viene al mundo con su propiaparnasá (sustento económico). Pero la sociedad que tenemos (la sociedad occidental) ve en todo respecto a los hijos que tenemos como algo que dista de ser una bendición; se los ve como un agotamiento emocional, un agotamiento físico, porque se nos enseña a ver el acto de dar como algo malo para ti y el acto de tomar como bueno para tu persona.
Entre las madres, había una sensación común de que su misión principal en la vida era criar muchos hijos como judíos religiosos. Esta es una suposición tan básica para las mujeres religiosas que en la mayoría de los casos ni siquiera surgió como tema en las entrevistas. Cuando sí lo hacía, era en casi todos los casos para hablar de una reacción negativa de un pariente o amiga, o para expresar la creencia de que cuando la familia es más grande aquello es mejor para los hijos.
Tikva, una mujer de veintinueve años y madre de tres hijos menores de cuatro años, explicó que la maternidad es un desafío, pero que al oír de algún nuevo embarazo siempre se siente feliz. Explicó:
Hablé con alguien que se crió con trece hijos en su familia. Ella [me dijo]: "Ahora es un placer. Tengo seis hermanas. Somos amigas. No pasa un día sin hablar con casi todas". Es una conexión maravillosa. De modo que tenemos esperamos tener una familia numerosa.
Aunque las mujeres a quienes entrevisté abogaban todas por tener familias más numerosas que el promedio, parecía haber dos actitudes imperantes con respecto al espaciamiento de los hijos, lo cual se relacionaba principalmente con las actitudes respecto de la importancia de la lactancia versus la importancia de tener tantos hijos como fuera posible. La mayor parte de las entrevistadas creían que era importante hacer una pausa entre los embarazos a fin de permitir el tiempo necesario para la lactancia, lo cual es coherente con el precepto de la Ley Judía que desalienta, de ser posible, el destete de un niño menor de dos años.
Las mujeres perciben esta pausa como un momento para recobrar las fuerzas y centrarse en el recién nacido. En ocasiones, cuando no se considera la pausa lo suficientemente prolongada, entonces aquello pudiera producir en la madre sentimientos encontrados. Elisheva, una madre de treinta y cinco años en espera de su tercer hijo, expresó sensaciones de arrepentimiento sobre el hecho de destetar a su hijo cuando tenía menos de un año:
[David] tiene ahora casi tres años y es todavía muy sensible, y cuando llora puede oírlo todo el vecindario … Cuando quedé embarazada de Aarón, dejé de darle de mamar a David, cuando tenía menos de un año. Se enganchó con las mamaderas, que le destruyeron los dientes y no son naturales. Cuando le daba de mamar, antes de quedar embarazada, aquello lo relajaba y desarrolla la conexión entre el bebé y la madre. En otras palabras, yo no quería dejar de amamantarlo … pero fui de un médico que me dijo que si estaba embarazada tenía que abandonar la lactancia, a pesar de que conozco muchas mujeres que siguen haciéndolo … No es una ciencia … pero tengo la sensación de que todas estas dificultades lo han afectado mucho.
Por otra parte, había una considerable minoría de mujeres que no valoraban la lactancia y no tenían reparos en dar a luz con incluso un año de diferencia. La Sra. Moskovitz, por ejemplo, oraba en todo parto para tener el mérito de volver a dar a luz al año siguiente. Iojéved, una madre de cuarenta y dos años embarazada de su décimo hijo, me contó de los cambios de actitud con respecto a la lactancia:
Mis primeros cuatro hijos nacieron con un año de diferencia; la lactancia no era buena, me dolía. Después la lactancia mejoró y los bebés empezaron a nacer con dos o más años de diferencia. Cuando empecé a dar de mamar era muy inglesa y me sentía como un animal, como una vaca, y me parecía desagradable, repugnante y todo lo demás. Ahora me gusta, me pongo al bebé encima y paso a hacer lo que yo desee. Es higiénico, conveniente y económico. ¿Veo que los más pequeños, a quienes di de mamar durante más tiempo, terminen siendo más sanos? No, definitivamente no. No puedo decir de ningún modo que me sienta más vinculada con los niños a los que amamanté, en absoluto.

Jana Weisberg
TOMADO DE LA PAGINA WEB: www.tora.org.ar

martes, 16 de abril de 2013

LA MENORÁ


Por:  Matheus Guimarães

La menorá (candelabro de siete puntas) es, sin duda, el símbolo judío más antiguo y más imponente del que se tiene relato. El mismo también representa, desde los tiempos mosaicos, Israel y el pueblo judío. Pero ¿qué realmente este maravilloso símbolo milenario representa? ¿Cuál será su verdadero significado? Para responder estas y otras preguntas, veamos el primer texto en la Torá donde la Menorá es descrita:

“Harás además un candelero de oro puro; labrado á martillo se hará el candelero: su pie, y su caña, sus copas, sus manzanas, y sus flores, serán de lo mismo: Y saldrán seis brazos de sus lados: tres brazos del candelero del un lado suyo, y tres brazos del candelero del otro su lado: Tres copas en forma de almendras en el un brazo, una manzana y una flor; y tres copas, figura de almendras en el otro brazo, una manzana y una flor: así pues, en los seis brazos que salen del candelero: Y en el candelero cuatro copas en forma de almendras, sus manzanas y sus flores. Habrá una manzana debajo de los dos brazos de lo mismo, otra manzana debajo de los otros dos brazos de lo mismo, y otra manzana debajo de los otros dos brazos de lo mismo, en conformidad á los seis brazos que salen del candelero. Sus manzanas y sus brazos serán de lo mismo, todo ello una pieza labrada á martillo, de oro puro. Y hacerle has siete candilejas, las cuales encenderás para que alumbren á la parte de su delantera: También sus despabiladeras y sus platillos, de oro puro. De un talento de oro fino lo harás, con todos estos vasos. Y mira, y hazlos conforme á su modelo, que te ha sido mostrado en el monte.” Éxodo 25: 31 – 40 (Versión Reina – Valera)

Vemos aquí que el propio Di-s da instrucciones a Moisés en cuanto la construcción de un candelero grande de 1,5 metro de altura y 43 kilos, lo cual debería tener siete brazos, o puntas. En cada punta debería haber una bombilla, la cual quemaría aceite de oliva e iluminaría el interior del Tabernáculo y, posteriormente, el Templo en Jerusalén, los cuales no poseían ventanas. Se nota también que la Menorá debería ser hecha a partir de una pieza de oro batido, no pudiendo tener enmiendas o rejuntes. Ella tendría una base y un brazo central, de donde saldrían otros 6 brazos (tres para cada lado). Cada brazo sería decorado con tres cálices de oro en forma de almendras, una manzanilla (especie de soporte para la lámpara) y una base estrellada en forma de flor, la cual serviría como lámpara. Un hecho interesante es que todos los brazos deberían iluminar en dirección al centro (verso 37), y no en todas las direcciones como es común la candelabros. De esa forma, los brazos de la Menorá brillarían como se fueran una grande y única llama, realzando el brazo central: “todos juntos como se fueran uno”. Este hecho aislado nos muestra que la Menorá jamás fue creada por Di-s para ser un simple objeto de iluminación. Ella es más que eso. ¡Ella representa un objeto creado por el

propio Di-s con un misterio contenido en su forma y arquitectura, que nos enseña sobre el gran plan del Eterno para el hombre!

Algunos sabios judíos de la edad media afirmaron que la Menorá representa el Árbol de la Vida, y que sus siete brazos representan las siete palabras que compone el primer versículo de Génesis. Pero ¿qué representa realmente la Menorá? Vemos otro relato de la Menorá en Zacarías 4:1-10, donde el profeta tiene una visión de un candelabro de siete puntas, siendo abastecido por dos olivos, que están al lado de una gran vasija de aceite. El profeta identifica las siete puntas como siendo “los ojos del Señor que recorren toda la tierra” (verso 10). Tenemos un pasaje semejante a este en Apocalipsis 5:6: “Y miré; y he aquí en medio del trono y de los cuatro animales, y en medio de los ancianos, estaba un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios enviados en toda la tierra.” En este texto vemos los siete ojos como si fuesen los siete espíritus de Di-s, los cuales recorren toda la tierra. El profeta Isaías va más allá, y profetiza que los siete espíritus de Di-s representan el propio Yeshúa, el cual manifestaría en carne, las siete características del siervo del Señor: “Y saldrá una vara del tronco de Isaí (Jesé), y un vástago retoñará de sus raíces.

Y reposará sobre él el espíritu del Eterno; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de conocimiento y de temor del Eterno.” (Is 11:1-2).

Pero es en Apocalipsis 1:12-20 que realmente entenderemos el verdadero significado de la Menorá y sus siete brazos: “Me volví para ver quien hablaba conmigo y, vuelto, vi siete candeleros de oro y, en medio de los candeleros, uno semejante al Hijo del hombre, con vestidos largos y ceñido, a la altura del pecho, con una faja de oro. (...) Escribe, pues, las cosas que viste, y las que son, y las que han de acontecer después de estas. (...) Los siete candeleros son las siete iglesias.” ¡Es maravilloso notar lo que Juan relata! Yeshúa dice que los candeleros, o La Menorá, representa la Kehilat Adonai (Iglesia o Congregación del Señor), compuesta de judíos y gentiles, sobre la cual las puertas del infierno no prevalecen. Las siete iglesias representadas en la Menorá deben entonces, resplandecer a la Luz de la Palabra de Dios, testificando al mundo sus caminos. Yeshúa aún dijo a sus discípulos: “Vosotros sois la luz del mundo: una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una lámpara y se pone debajo de un almud, mas sobre el candelero, y alumbra á todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras buenas, y glorifiquen á vuestro Padre que está en los cielos.” (Mt 5:14-16).

Vemos entonces que la Menorá es un símbolo que representa la relación entre Di-s y Sus siervos. Ella representa la Iglesia (judíos y gentiles), la cual brilla unida iluminando el centro: el propio Yeshúa. Nuestra luz debe brillar delante de los hombres, y en dirección al Mashiaj, es decir, glorificando la Yeshúa, para que los hombres vean nuestras buenas obras y glorifiquen al Padre. El Rey David también describe la luz de la Menorá como siendo la propia Torá, la ley eterna de Adonai. Él escribe: “Tu Ley (Torá) es lámpara para mis pies, y luz para mi caminar” (Sl 119:105 – XXL). Por eso, al representar la Palabra de Di-s, la Menorá también representa el propio Yeshúa, pues Él es “el logos que se

hizo carne y habitó entre nosotros”. Y al mismo tiempo, al representar la Palabra de Dios, la Menorá se asemeja el Árbol de la Vida, pues en aquel que guarda los mandamientos del Eterno resplandecerá vida, como un árbol que produce vida y vida en abundancia. La Menorá, por lo tanto, representa la esencia de Israel y el deber de todo creyente en Yeshúa: resplandecer la Torá (palabra) del Eterno sobre toda la tierra a través de Yeshúa, haciendo que las naciones glorifiquen al Padre, el Di-s único de Israel!

Ministerio Ensinando de Sião – Brasil. Todos los derechos reservados. Traducido al español por Alexis Gómez – Panamá.